ESPIRITUALIDAD: LA
VIDA NUEVA EN EL ESPÍRITU[1].
Si existe un acontecimiento novedoso en el cristianismo éste
es la efusión del Espíritu Santo en nuestros corazones. Constituye el
acontecimiento fundamental y fundante de la “nueva vida en Cristo” y, por consiguiente,
de la espiritualidad cristiana. Si en el Antiguo Testamentos los mandamientos
de la Ley de Dios estaban escritos en tablas de piedra, ahora el Espíritu Santo
se constituye en el Maestro interior del cristiano, guiándonos en nuestro
corazón. La Ley de Moisés se distingue de la Ley nueva de Cristo en que aquélla
se limitaba a indicar los caminos para alcanzar la santidad, mientras que ésta
no sólo los indica, sino que también nos comunica la gracia necesaria para
vivir como hombres y mujeres nuevos.
A través del Bautismo, el cristiano recibe la gracia
santificante, mediante la cual Cristo realiza una re-creación en la persona: el
nacimiento de un hombre nuevo, capaz de vivir en la fe, la esperanza y el amor.
Cristo nos hace partícipes de su mismo amor, capacitándonos para amar con el
mismo corazón perfecto con que Cristo ama. La caridad teologal (la capacidad de
amar que el Espíritu infunde en nuestro corazón) constituye el resumen y la forma
de la vida cristiana, la santidad perfecta y el culmen de la espiritualidad
cristiana, incluida la propia de los esposos. La espiritualidad cristiana consiste
en dejarse guiar con docilidad por el Espíritu Santo y dejarnos llenar del amor
que Él suscita en nosotros.
ESPIRITUALIDAD
CONYUGAL, PARA CUMPLIR LOS FINES DEL MATRIMONIO.
Podríamos definir la espiritualidad conyugal como el camino
espiritual mediante el cual un hombre y una mujer, unidos por el sacramento del
Matrimonio, se abren a la acción de la gracia, crecen juntos en la fe y el
amor, y dan así testimonio, ante los hijos y al mundo, del amor de Cristo.
Todo comienza en la medida que vamos descubriendo cada día
la presencia amorosa de Dios en nuestras vidas y en nuestro matrimonio. La
espiritualidad conyugal tiene como motor la caridad que el Espíritu infunde en
el corazón del cristiano. Por eso la espiritualidad del matrimonio y de la
familia se sintetiza en la vivencia de la caridad conyugal y familiar.
La espiritualidad que debe vivir todo cristiano no se da en
abstracto, sino siempre desde una vocación específica, según el carisma
eclesial o estado de vida propio. Vosotros, queridos novios, os estáis
preparando para vivir la espiritualidad cristiana en la versión singularísima
de la vida conyugal y familiar. Se trata de un camino de santificación en
común, porque “ya no son dos, sino una sola carne” (Mt 19,6).
La vocación a la santidad es propia de cada esposo. Pero
cuando un varón y una mujer bautizados están unidos por el sacramento del
Matrimonio, es lógico que ambos se conviertan en ayuda o, por el contrario, en estorbo
en el camino de la mutua santificación. De ahí que el Concilio Vaticano II ampliara
el concepto del fin del matrimonio como ayuda mutua de los esposos. No sólo se
trata de una ayuda en el perfeccionamiento mutuo, mediante el amor conyugal,
sino que esto coincide con la santificación en común y mutua. En virtud de la
“comunión de los santos”, el pecado o las obras buenas de cada cristiano
revierte en la santificación del resto de los miembros de la Iglesia. Esto, que
es verdad para todos, lo es singularmente para los que están casados y viven
bajo un mismo techo. “Por ello, los esposos cristianos, para cumplir dignamente
sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento
especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos
del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad,
llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación y, por
tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios” (GS 48 d).
Algo análogo hay que afirmar para el fin procreador del
matrimonio, que no se limita a procrear los hijos y a educarlos
convenientemente, sino también incluye la trasmisión de la fe y el cultivo de
la vida sobrenatural de los nuevos hijos de Dios, destinados a heredar el
cielo. Los hijos no son un estorbo para el crecimiento del amor de los esposos,
sino que contribuyen a su bien: –son corona y cumbre de su amor- (GS 48; 50).
Por consiguiente, la dimensión fecunda del amor –a nivel natural y sobrenatural-
constituye otra de las características fundamentales de la espiritualidad de los
esposos que, por extensión, pasa de ser de conyugal a familiar, y viceversa.
ESPIRITUALIDAD
FAMILIAR DE COMUNIÓN.
La familia constituye la primera experiencia de comunión
para cada ser humano. Ella refleja el misterio de comunión de amor entre las
Personas divinas. Y así como el Espíritu santo es la Persona que procede del
amor personal entre el Padre y el Hijo, así, de modo análogo, el hijo
constituye la personificación del amor personal de los esposos. La comunión
matrimonial entre los esposos tiende a traducirse, como fecundidad personificada,
en el hijo. Una fecundidad que se amplía, en otro sentido, a los demás miembros
que viven en la familia o que se benefician del amor de la familia.
MEDIOS ESPIRITUALES.
Entre los diversos medios para vivir la espiritualidad
conyugal y familiar, destacamos:
1- Lectura diaria, meditación y comentario de la Palabra de
Dios, que nos aportará luz y calor. En especial, en los evangelios encontramos
el proyecto de vida que Cristo nos propone. Realizada en familia, la meditación
del Evangelio aumenta la comunicación y el amor entre los esposos, y con los
hijos.
2- La oración frecuente. La escucha de la palabra de Dios
nos abre a la oración. Orar es contemplar a Dios, que nos ama tanto, alabarlo,
darle gracias por los bienes recibidos, y pedirle perdón y ayuda para superar
nuestras dificultades. Nuestra vida ha de ser una permanente conversación con
Jesucristo, con Dios Padre y con el Espíritu Santo.
3- Participación frecuente en la Eucaristía. Matrimonio y
Eucaristía son dos sacramentos que caminan juntos. En los dos está incluido, a
la vez, el ser amado y el amar a los otros. “He aquí que estoy a la puerta y
llamo, si alguien me escucha, y me abre, entraré y cenaremos juntos” (Ap 3,20).
La participación en la celebración eucarística, sacramento del amor, hace
crecer la comunión conyugal; y transforma a la familia entera en escuela de
comunión.
4- Acercarse con frecuencia al sacramento de la
Reconciliación, el perdón de Dios renueva y fortalece el amor conyugal y de la
vida familiar.
[1]
Delegación Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida. Diócesis de Cadiz y
CEUTA. Catequesis de preparación al matrimonio y a la vida de familia. Pag. 58
- 60.
La espiritualidad consiste en dejarnos llevar por la gracia del Espíritu Santo ya que a través de ella el señor no llenara de amor infinito y VIVIR EN NOSOTROS los esposos deben estar unidos en este recorrido deben crecer juntos en la fe y en el amor para esto tenemos varios medios que no brinda el señor como la lectura diaria la oración. la participacion en la eucaristia y la reconciliación
ResponderBorrarEl texto nos enseña la importancia de la espiritualidad en nuestro matrimonio ya que por medio de la palabra del señor tendremos un acompañamiento valioso en nuestra relación conyugal,con la cual podremos mantener una armonía,tranquilidad y paz en nuestro hogar.
ResponderBorrarLa espiritualidad conyugal y familiar implica que integremos principios y prácticas espirituales en la vida diaria, fortaleciendo los vínculos familiares y ofreciendo un marco de referencia para enfrentar desafíos, celebrar momentos importantes y crecer juntos. Al cultivar una vida espiritual compartida, puedes enriquecer tu relación y construir una base sólida para la armonía y el bienestar familiar.
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